Se trataba de dos ermitaños que vivian en un islote cada uno de ellos. El ermitaño joven se habia hecho muy celebre y gozaba de gran reputacion, en tanto que el anciano era un desconocido.
Un dia, el anciano tomo una barca y se desplazo hasta el islote del afamado ermitaño. Le rindio honores y le pidio instruccion espiritual. El joven le entrego un mantra y le facilito las instrucciones necesarias para la repeticion del mismo. Agradecido el anciano volvio a tomar la barca para dirigirse a su islote, mientras su compañero de busqueda se sentia muy orgulloso por haber sido reclamado espiritualmente.
El anciano se sentia muy feliz con el mantra. Era una persona sencilla y de corazon puro. Toda su vida no habia hecho otra cosa que ser un hombre de buenos sentimientos y ahora, ya en su ancianidad, queria hacer alguna practica metodica.
Estaba el joven ermitaño leyendo las escrituras, cuando, a las pocas horas de marcharse, el anciano regreso. Estaba compungido, y dijo:
-Venerable asceta, resulta que he olvidado las palabras exactas del mantra. Siento ser un pobre ignorante. ¿Puedes indicarmelo otra vez?.
El joven miro al anciano con condescendencia y le repitio el mantra. Lleno de orgullo, se dijo interiormente: Poco podra este pobre hombre avanzar por la senda hacia la Realidad si ni siquiera es capaz de retener un mantra.
Pero su sorpresa fue extraordinaria cuando de repente vio que el anciano partia hacia su islote caminando sobre las aguas.
En la parte mas alta de la ciudad, sobre una columnita, se alzaba la estatua del Principe Feliz.
Estaba toda revestida de madreselva de oro fino. Tenía, a guisa de ojos, dos centelleantes zafiros y un gran rubi rojo ardia en el puño de su espada.
Por todo lo cual era muy admirada.
-Es tan hermoso como una veleta -observo uno de los miembros del Concejo que deseaba granjearse una reputacion de conocedor en el arte-. Ahora, que no es tan util -añadio, temiendo que le tomaran por un hombre poco practico.
Y realmente no lo era.
-¿Por que no eres como el Príncipe Feliz? -preguntaba una madre cariñosa a su hijito, que pedia la luna-. El Principe Feliz no hubiera pensado nunca en pedir nada a voz en grito.
-Me hace dichoso ver que hay en el mundo alguien que es completamente feliz -murmuraba un hombre fracasado, contemplando la estatua maravillosa.
-Verdaderamente parece un angel -decian los niños hospicianos al salir de la catedral, vestidos con sus soberbias capas escarlatas y sus bonitas chaquetas blancas.
-¿En que lo conoceis -replicaba el profesor de matematicas- si no habeis visto uno nunca?
-¡Oh! Los hemos visto en sueños -respondieron los niños.
Y el profesor de matematicas fruncia las cejas, adoptando un severo aspecto, porque no podia aprobar que unos niños se permitiesen soñar.
Una noche volo una golondrinita sin descanso hacia la ciudad.
Seis semanas antes habian partido sus amigas para Egipto; pero ella se quedo atras.
Estaba enamorada del mas hermoso de los juncos. Lo encontro al comienzo de la primavera, cuando volaba sobre el rio persiguiendo a una gran mariposa amarilla, y su talle esbelto la atrajo de tal modo, que se detuvo para hablarle.
-¿Quieres que te ame? -dijo la Golondrina, que no se andaba nunca con rodeos.
Y el Junco le hizo un profundo saludo.
Entonces la Golondrina revoloteo a su alrededor rozando el agua con sus alas y trazando estelas de plata.
Era su manera de hacer la corte. Y asi transcurrió todo el verano.
-Es un enamoramiento ridiculo -gorjeaban las otras golondrinas-. Ese Junco es un pobreton y tiene realmente demasiada familia.
Y en efecto, el río estaba todo cubierto de juncos.
Cuando llegó el otoño, todas las golondrinas emprendieron el vuelo.
Una vez que se fueron sus amigas, sintiose muy sola y empezó a cansarse de su amante.
-No sabe hablar -decia ella-. Y ademas temo que sea inconstante porque coquetea sin cesar con la brisa.
Y realmente, cuantas veces soplaba la brisa, el Junco multiplicaba sus mas graciosas reverencias.
-Veo que es muy casero -murmuraba la Golondrina-. A mi me gustan los viajes. Por lo tanto, al que me ame, le debe gustar viajar conmigo.
-¿Quieres seguirme? -pregunto por ultimo la Golondrina al Junco.
Pero el Junco movio la cabeza. Estaba demasiado atado a su hogar.
-¡Te has burlado de mi! -le grito la Golondrina-. Me marcho a las Piramides. ¡Adios!
Y la Golondrina se fue.
Volo durante todo el dia y al caer la noche llego a la ciudad.
-¿Donde buscare un abrigo? -se dijo-. Supongo que la ciudad habra hecho preparativos para recibirme.
Entonces diviso la estatua sobre la columnita.
-Voy a cobijarme allí -grito- El sitio es bonito. Hay mucho aire fresco.
Y se dejo caer precisamente entre los pies del Príncipe Feliz.
-Tengo una habitacion dorada -se dijo quedamente, despues de mirar en torno suyo.
Y se dispuso a dormir.
Pero al ir a colocar su cabeza bajo el ala, he aqui que le cayó encima una pesada gota de agua.
-¡Que curioso! -exclamo-. No hay una sola nube en el cielo, las estrellas estan claras y brillantes, ¡y sin embargo llueve! El clima del norte de Europa es verdaderamente extraño. Al Junco le gustaba la lluvia; pero en el era puro egoismo.
Entonces cayo una nueva gota.
-¿Para que sirve una estatua si no resguarda de la lluvia? -dijo la Golondrina-. Voy a buscar un buen copete de chimenea.
Y se dispuso a volar mas lejos. Pero antes de que abriese las alas, cayo una tercera gota.
La Golondrina miro hacia arriba y vio... ¡Ah, lo que vio!
Los ojos del Principe Feliz estaban arrasados de lagrimas, que corrian sobre sus mejillas de oro.
Su faz era tan bella a la luz de la luna, que la Golondrinita sintiose llena de piedad.
-¿Quien sois? -dijo.
-Soy el Principe Feliz.
-Entonces, ¿por que lloriqueais de ese modo? -pregunto la Golondrina-. Me habeis empapado casi.
-Cuando estaba yo vivo y tenia un corazon de hombre -repitio la estatua-, no sabia lo que eran las lagrimas porque vivia en el Palacio de la Despreocupacion, en el que no se permite la entrada al dolor. Durante el dia jugaba con mis compañeros en el jardin y por la noche bailaba en el gran salon... Alrededor del jardin se alzaba una muralla altisima,,, pero nunca me preocupo lo que habia detras de ella, pues todo cuanto me rodeaba era hermosisimo....( tanto como tu patri )
Estaba toda revestida de madreselva de oro fino. Tenía, a guisa de ojos, dos centelleantes zafiros y un gran rubi rojo ardia en el puño de su espada.
Por todo lo cual era muy admirada.
-Es tan hermoso como una veleta -observo uno de los miembros del Concejo que deseaba granjearse una reputacion de conocedor en el arte-. Ahora, que no es tan util -añadio, temiendo que le tomaran por un hombre poco practico.
Y realmente no lo era.
-¿Por que no eres como el Príncipe Feliz? -preguntaba una madre cariñosa a su hijito, que pedia la luna-. El Principe Feliz no hubiera pensado nunca en pedir nada a voz en grito.
-Me hace dichoso ver que hay en el mundo alguien que es completamente feliz -murmuraba un hombre fracasado, contemplando la estatua maravillosa.
-Verdaderamente parece un angel -decian los niños hospicianos al salir de la catedral, vestidos con sus soberbias capas escarlatas y sus bonitas chaquetas blancas.
-¿En que lo conoceis -replicaba el profesor de matematicas- si no habeis visto uno nunca?
-¡Oh! Los hemos visto en sueños -respondieron los niños.
Y el profesor de matematicas fruncia las cejas, adoptando un severo aspecto, porque no podia aprobar que unos niños se permitiesen soñar.
Una noche volo una golondrinita sin descanso hacia la ciudad.
Seis semanas antes habian partido sus amigas para Egipto; pero ella se quedo atras.
Estaba enamorada del mas hermoso de los juncos. Lo encontro al comienzo de la primavera, cuando volaba sobre el rio persiguiendo a una gran mariposa amarilla, y su talle esbelto la atrajo de tal modo, que se detuvo para hablarle.
-¿Quieres que te ame? -dijo la Golondrina, que no se andaba nunca con rodeos.
Y el Junco le hizo un profundo saludo.
Entonces la Golondrina revoloteo a su alrededor rozando el agua con sus alas y trazando estelas de plata.
Era su manera de hacer la corte. Y asi transcurrió todo el verano.
-Es un enamoramiento ridiculo -gorjeaban las otras golondrinas-. Ese Junco es un pobreton y tiene realmente demasiada familia.
Y en efecto, el río estaba todo cubierto de juncos.
Cuando llegó el otoño, todas las golondrinas emprendieron el vuelo.
Una vez que se fueron sus amigas, sintiose muy sola y empezó a cansarse de su amante.
-No sabe hablar -decia ella-. Y ademas temo que sea inconstante porque coquetea sin cesar con la brisa.
Y realmente, cuantas veces soplaba la brisa, el Junco multiplicaba sus mas graciosas reverencias.
-Veo que es muy casero -murmuraba la Golondrina-. A mi me gustan los viajes. Por lo tanto, al que me ame, le debe gustar viajar conmigo.
-¿Quieres seguirme? -pregunto por ultimo la Golondrina al Junco.
Pero el Junco movio la cabeza. Estaba demasiado atado a su hogar.
-¡Te has burlado de mi! -le grito la Golondrina-. Me marcho a las Piramides. ¡Adios!
Y la Golondrina se fue.
Volo durante todo el dia y al caer la noche llego a la ciudad.
-¿Donde buscare un abrigo? -se dijo-. Supongo que la ciudad habra hecho preparativos para recibirme.
Entonces diviso la estatua sobre la columnita.
-Voy a cobijarme allí -grito- El sitio es bonito. Hay mucho aire fresco.
Y se dejo caer precisamente entre los pies del Príncipe Feliz.
-Tengo una habitacion dorada -se dijo quedamente, despues de mirar en torno suyo.
Y se dispuso a dormir.
Pero al ir a colocar su cabeza bajo el ala, he aqui que le cayó encima una pesada gota de agua.
-¡Que curioso! -exclamo-. No hay una sola nube en el cielo, las estrellas estan claras y brillantes, ¡y sin embargo llueve! El clima del norte de Europa es verdaderamente extraño. Al Junco le gustaba la lluvia; pero en el era puro egoismo.
Entonces cayo una nueva gota.
-¿Para que sirve una estatua si no resguarda de la lluvia? -dijo la Golondrina-. Voy a buscar un buen copete de chimenea.
Y se dispuso a volar mas lejos. Pero antes de que abriese las alas, cayo una tercera gota.
La Golondrina miro hacia arriba y vio... ¡Ah, lo que vio!
Los ojos del Principe Feliz estaban arrasados de lagrimas, que corrian sobre sus mejillas de oro.
Su faz era tan bella a la luz de la luna, que la Golondrinita sintiose llena de piedad.
-¿Quien sois? -dijo.
-Soy el Principe Feliz.
-Entonces, ¿por que lloriqueais de ese modo? -pregunto la Golondrina-. Me habeis empapado casi.
-Cuando estaba yo vivo y tenia un corazon de hombre -repitio la estatua-, no sabia lo que eran las lagrimas porque vivia en el Palacio de la Despreocupacion, en el que no se permite la entrada al dolor. Durante el dia jugaba con mis compañeros en el jardin y por la noche bailaba en el gran salon... Alrededor del jardin se alzaba una muralla altisima,,, pero nunca me preocupo lo que habia detras de ella, pues todo cuanto me rodeaba era hermosisimo....( tanto como tu patri )
Mis cortesanos me llamaban el Principe Feliz y, realmente, era yo feliz, si es que el placer es la felicidad. Asi vivi y asi mori y ahora que estoy muerto me han elevado tanto, que puedo ver todas las fealdades y todas las miserias de mi ciudad, y aunque mi corazon sea de plomo, no me queda mas recurso que llorar.
«¡Cómo! ¿No es de oro de buena ley?», penso la Golondrina para sus adentros, pues estaba demasiado bien educada para hacer ninguna observacion en voz alta sobre las personas....Wooow
-Alli abajo -continuo la estatua con su voz baja y musical-, alli abajo, en una callejuela, hay una pobre vivienda. Una de sus ventanas esta abierta y por ella puedo ver a una mujer sentada ante una mesa. Su rostro esta enflaquecido y ajado. Tiene las manos hinchadas y enrojecidas, llenas de pinchazos de la aguja, porque es costurera. Borda pasionarias sobre un vestido de raso que debe lucir, en el proximo baile de corte, la más bella de las damas de honor de la Reina. Sobre un lecho, en el rincon del cuarto, yace su hijito enfermo. Tiene fiebre y pide naranjas. Su madre no puede darle mas que agua del rio. Por eso llora. Golondrina, Golondrinita, ¿no quieres llevarle el rubi del puño de mi espada? Mis pies estan sujetos al pedestal, y no me puedo mover.
-Me esperan en Egipto -respondio la Golondrina-. Mis amigas revolotean de aqui para alla sobre el Nilo y charlan con los grandes lotos. Pronto iran a dormir al sepulcro del Gran Rey. El mismo Rey esta alli en su caja de madera, envuelto en una tela amarilla y embalsamado con sustancias aromaticas. Tiene una cadena de jade verde palido alrededor del cuello y sus manos son como unas hojas secas.
-Golondrina, Golondrina, Golondrinita - dijo el Principe-, ¿no te quedarás conmigo una noche y seras mi mensajera? ¡Tiene tanta sed el niño y tanta tristeza la madre!
-No creo que me agraden los niños -contesto la Golondrina-. El invierno ultimo, cuando vivia yo a orillas del rio, dos muchachos mal educados, los hijos del molinero, no paraban un momento en tirarme piedras. Claro es que no me alcanzaban. Nosotras las golondrinas volamos demasiado bien para eso y además yo pertenezco a una familia celebre por su agilidad; mas, a pesar de todo, era una falta de respeto.
Pero la mirada del Principe Feliz era tan triste que la Golondrinita se quedo apenada.
-Mucho frio hace aqui -le dijo-; pero me quedare una noche con vos y sere vuestra mensajera.
-Gracias, Golondrinita -respondio el Principe.
Entonces la Golondrinita arranco el gran rubi de la espada del Principe y, llevandolo en el pico, volo sobre los tejados de la ciudad.
Paso sobre la torre de la catedral, donde habia unos angeles esculpidos en marmol blanco.
Paso sobre el palacio real y oyo la música de baile.
Una bella muchacha aparecio en el balcon con su novio.
-¡Que hermosas son las estrellas -la dijo- y que poderosa es la fuerza del amor!
-Querria que mi vestido estuviese acabado para el baile oficial -respondio ella-. He mandado bordar en el unas pasionarias ¡pero son tan perezosas las costureras!
Paso sobre el rio y vio los fanales colgados en los mastiles de los barcos. Paso sobre el gueto y vio a los judios viejos negociando entre ellos y pesando monedas en balanzas de cobre.
Al fin llego a la pobre vivienda y echo un vistazo dentro. El niño se agitaba febrilmente en su camita y su madre habiase quedado dormida de cansancio.
La Golondrina salto a la habitacion y puso el gran rubi en la mesa, sobre el dedal de la costurera. Luego revoloteo suavemente alrededor del lecho, abanicando con sus alas la cara del niño.
-¡Qué fresco mas dulce siento! -murmuro el niño-. Debo estar mejor.
Y cayo en un delicioso sueño.
Entonces la Golondrina se dirigio a todo vuelo hacia el Principe Feliz y le contó lo que habia hecho...
-Es curioso -observa ella-, pero ahora casi siento calor, y sin embargo, hace mucho frio...
Y la Golondrinita empezo a reflexionar y entonces se durmio. Cuantas veces reflexionaba se dormia.
Al despuntar el alba volo hacia el rio y tomo un baño.
-¡Notable fenomeno! -exclamo el profesor de ornitologia que pasaba por el puente-. ¡Una golondrina en invierno!
Y escribio sobre aquel tema una larga carta a un periodico local.
Todo el mundo la cito. ¡Estaba plagada de palabras que no se podian comprender!...
-Esta noche parto para Egipto -se decia la Golondrina.
Y solo de pensarlo se ponia muy alegre...
Visito todos los monumentos publicos y descanso un gran rato sobre la punta del campanario de la iglesia.
Por todas parte adonde iba piaban los gorriones, diciendose unos a otros:
-¡Que extranjera mas distinguida!
Y esto la llenaba de gozo. Al salir la luna volvio a todo vuelo hacia el Principe Feliz.
-¿Teneis algun encargo para Egipto? -le grito-. Voy a emprender la marcha.
-Golondrina, Golondrina, Golondrinita -dijo el Principe-, ¿no te quedaras otra noche conmigo?,,,
«¡Cómo! ¿No es de oro de buena ley?», penso la Golondrina para sus adentros, pues estaba demasiado bien educada para hacer ninguna observacion en voz alta sobre las personas....Wooow
-Alli abajo -continuo la estatua con su voz baja y musical-, alli abajo, en una callejuela, hay una pobre vivienda. Una de sus ventanas esta abierta y por ella puedo ver a una mujer sentada ante una mesa. Su rostro esta enflaquecido y ajado. Tiene las manos hinchadas y enrojecidas, llenas de pinchazos de la aguja, porque es costurera. Borda pasionarias sobre un vestido de raso que debe lucir, en el proximo baile de corte, la más bella de las damas de honor de la Reina. Sobre un lecho, en el rincon del cuarto, yace su hijito enfermo. Tiene fiebre y pide naranjas. Su madre no puede darle mas que agua del rio. Por eso llora. Golondrina, Golondrinita, ¿no quieres llevarle el rubi del puño de mi espada? Mis pies estan sujetos al pedestal, y no me puedo mover.
-Me esperan en Egipto -respondio la Golondrina-. Mis amigas revolotean de aqui para alla sobre el Nilo y charlan con los grandes lotos. Pronto iran a dormir al sepulcro del Gran Rey. El mismo Rey esta alli en su caja de madera, envuelto en una tela amarilla y embalsamado con sustancias aromaticas. Tiene una cadena de jade verde palido alrededor del cuello y sus manos son como unas hojas secas.
-Golondrina, Golondrina, Golondrinita - dijo el Principe-, ¿no te quedarás conmigo una noche y seras mi mensajera? ¡Tiene tanta sed el niño y tanta tristeza la madre!
-No creo que me agraden los niños -contesto la Golondrina-. El invierno ultimo, cuando vivia yo a orillas del rio, dos muchachos mal educados, los hijos del molinero, no paraban un momento en tirarme piedras. Claro es que no me alcanzaban. Nosotras las golondrinas volamos demasiado bien para eso y además yo pertenezco a una familia celebre por su agilidad; mas, a pesar de todo, era una falta de respeto.
Pero la mirada del Principe Feliz era tan triste que la Golondrinita se quedo apenada.
-Mucho frio hace aqui -le dijo-; pero me quedare una noche con vos y sere vuestra mensajera.
-Gracias, Golondrinita -respondio el Principe.
Entonces la Golondrinita arranco el gran rubi de la espada del Principe y, llevandolo en el pico, volo sobre los tejados de la ciudad.
Paso sobre la torre de la catedral, donde habia unos angeles esculpidos en marmol blanco.
Paso sobre el palacio real y oyo la música de baile.
Una bella muchacha aparecio en el balcon con su novio.
-¡Que hermosas son las estrellas -la dijo- y que poderosa es la fuerza del amor!
-Querria que mi vestido estuviese acabado para el baile oficial -respondio ella-. He mandado bordar en el unas pasionarias ¡pero son tan perezosas las costureras!
Paso sobre el rio y vio los fanales colgados en los mastiles de los barcos. Paso sobre el gueto y vio a los judios viejos negociando entre ellos y pesando monedas en balanzas de cobre.
Al fin llego a la pobre vivienda y echo un vistazo dentro. El niño se agitaba febrilmente en su camita y su madre habiase quedado dormida de cansancio.
La Golondrina salto a la habitacion y puso el gran rubi en la mesa, sobre el dedal de la costurera. Luego revoloteo suavemente alrededor del lecho, abanicando con sus alas la cara del niño.
-¡Qué fresco mas dulce siento! -murmuro el niño-. Debo estar mejor.
Y cayo en un delicioso sueño.
Entonces la Golondrina se dirigio a todo vuelo hacia el Principe Feliz y le contó lo que habia hecho...
-Es curioso -observa ella-, pero ahora casi siento calor, y sin embargo, hace mucho frio...
Y la Golondrinita empezo a reflexionar y entonces se durmio. Cuantas veces reflexionaba se dormia.
Al despuntar el alba volo hacia el rio y tomo un baño.
-¡Notable fenomeno! -exclamo el profesor de ornitologia que pasaba por el puente-. ¡Una golondrina en invierno!
Y escribio sobre aquel tema una larga carta a un periodico local.
Todo el mundo la cito. ¡Estaba plagada de palabras que no se podian comprender!...
-Esta noche parto para Egipto -se decia la Golondrina.
Y solo de pensarlo se ponia muy alegre...
Visito todos los monumentos publicos y descanso un gran rato sobre la punta del campanario de la iglesia.
Por todas parte adonde iba piaban los gorriones, diciendose unos a otros:
-¡Que extranjera mas distinguida!
Y esto la llenaba de gozo. Al salir la luna volvio a todo vuelo hacia el Principe Feliz.
-¿Teneis algun encargo para Egipto? -le grito-. Voy a emprender la marcha.
-Golondrina, Golondrina, Golondrinita -dijo el Principe-, ¿no te quedaras otra noche conmigo?,,,
¿y que haras por la noche? jajaja ( perdon,esto es de otro cuento) seguimos,,,
-Me esperan en Egipto -respondio la Golondrina-. Mañana mis amigas volaran hacia la segunda catarata. Alli el hipopotamo se acuesta entre los juncos y el dios Memnon se alza sobre un gran trono de granito. Acecha a las estrellas durante la noche y cuando brilla Venus, lanza un grito de alegria y luego calla. A mediodia, los rojizos leones bajan a beber a la orilla del rio... Sus ojos son verdes aguamarinas y sus rugidos mas atronadores que los rugidos de la catarata.
-Golondrina, Golondrina, Golondrinita -dijo el Principe-, alla abajo, al otro lado de la ciudad, veo a un joven en una buhardilla. Esta inclinado sobre una mesa cubierta de papeles y en un vaso a su lado hay un ramo de violetas marchitas. Su pelo es negro y rizoso y sus labios rojos como granos de granada. Tiene unos grandes ojos soñadores. Se esfuerza en terminar una obra para el director del teatro, pero siente demasiado frio para escribir mas. No hay fuego ninguno en el aposento y el hambre le ha rendido.
-Me quedare otra noche con vos -dijo la Golondrina, que tenia realmente buen corazon-. ¿Debo llevarle otro rubi?
-¡Ay! No tengo mas rubies -dijo el Principe-. Mis ojos es lo unico que me queda. Son unos zafiros extraordinarios traidos de la India hace un millar de años. Arranca uno de ellos y llevaselo. Lo vendera a un joyero, se comprara alimento y combustible y concluira su obra.
-Amado Principe -dijo la Golondrina-, no puedo hacer eso.
Y se puso a llorar.
-¡Golondrina, Golondrina, Golondrinita! -dijo el Principe-. Haz lo que te pido.
Entonces la Golondrina arranco el ojo del Principe y volo hacia la buhardilla del estudiante. Era facil penetrar en ella porque habia un agujero en el techo. La Golondrina entro por el como una flecha y se encontro en la habitacion.
El joven tenia la cabeza hundida en las manos. No oyo el aleteo del pajaro y cuando levanto la cabeza, vio el hermoso zafiro colocado sobre las violetas marchitas.
-Empiezo a ser estimado -exclamo-. Esto proviene de algun rico admirador. Ahora ya puedo terminar la obra.
Y parecia completamente feliz.
Al dia siguiente la Golondrina volo hacia el puerto.
Descanso sobre el mastil de un gran navio y contemplo a los marineros que sacaban enormes cajas de la cala tirando de unos cabos.
-¡Ah, iza! -gritaban a cada caja que llegaba al puente.
-¡Me voy a Egipto! -les grito la Golondrina.
Pero nadie le hizo caso, y al salir la luna, volvio hacia el Principe Feliz.
-He venido para deciros adios -le dijo.
-¡Golondrina, Golondrina, Golondrinita! -exclamo el Príncipe-. ¿No te quedaras conmigo una noche mas?
-Es invierno -replico la Golondrina- y pronto estara aqui la nieve glacial. En Egipto calienta el sol sobre las palmeras verdes. Los cocodrilos, acostados en el barro, miran perezosamente a los arboles, a orillas del rio. Mis compañeras construyen nidos en el templo de Baalbeck. Las palomas rosadas y blancas las siguen con los ojos y se arrullan. Amado Principe, tengo que dejaros, pero no os olvidare nunca y la primavera proxima os traere de alla dos bellas piedras preciosas con que sustituir las que disteis. El rubi sera mas rojo que una rosa roja y el zafiro sera tan azul como el oceano.
-Alla abajo, en la plazoleta -contesto el Principe Feliz-, tiene su puesto una niña vendedora de cerillas. Se le han caido las cerillas al arroyo, estropeandose todas. Su padre la pegara si no lleva algun dinero a casa, y esta llorando. No tiene ni medias ni zapatos y lleva la cabecita al descubierto. Arrancame el otro ojo, daselo y su padre no le pegara.
-Pasare otra noche con vos -dijo la Golondrina-, pero no puedo arrancaros el ojo porque entonces os quedariais ciego del todo.
-¡Golondrina, Golondrina, Golondrinita! -dijo el Principe-. Haz lo que te mando.
Entonces la Golondrina volvio de nuevo hacia el Principe y emprendip el vuelo llevandoselo...
Se poso sobre el hombro de la vendedorcita de cerillas y deslizo la joya en la palma de su mano.
-¡Que bonito pedazo de cristal! -exclamo la niña, y corrio a su casa muy alegre.
Entonces la Golondrina volvio de nuevo hacia el Principe.
- Ahora estais ciego. Por eso me quedare con vos para siempre.
-No, Golondrinita -dijo el pobre Principe-. Tienes que ir a Egipto.
-Me quedare con vos para siempre -dijo la Golondrina.
Y se durmio entre los pies del Principe. Al dia siguiente se coloco sobre el hombro del Principe y le refirio lo que habla visto en paises extraños.
Le hablo de los ibis rojos que se situan en largas filas a orillas del Nilo y pescan a picotazos peces de oro; de la esfinge, que es tan vieja como el mundo, vive en el desierto y lo sabe todo; de los mercaderes que caminan lentamente junto a sus camellos, pasando las cuentas de unos rosarios de ambar en sus manos; del rey de las montañas de la Luna, que es negro como el ebano y que adora un gran bloque de cristal; de la gran serpiente verde que duerme en una palmera y a la cual estan encargados de alimentar con pastelitos de miel veinte sacerdotes; y de los pigmeos que navegan por un gran lago sobre anchas hojas aplastadas y estan siempre en guerra con las mariposas.
-Querida Golondrinita -dijo el Principe-, me cuentas cosas maravillosas, pero mas maravilloso aun es lo que soportan los hombres y las mujeres. No hay misterio mas grande que la miseria. Vuela por mi ciudad, Golondrinita, y dime lo que veas.
Entonces la Golondrinita volo por la gran ciudad y vio a los ricos que se festejaban en sus magnificos palacios, mientras los mendigos estaban sentados a sus puertas.
Volo por los barrios sombrios y vio las palidas caras de los niños que se morian de hambre, mirando con apatia las calles negras.
Bajo los arcos de un puente estaban acostados dos niñitos abrazados uno a otro para calentarse.
-¡Que hambre tenemos! -decian.
-¡No se puede estar tumbado aqui! -les grito un guardia.
Y se alejaron bajo la lluvia.
Entonces la Golondrina reanudo su vuelo y fue a contar al Principe lo que habia visto.
-Estoy cubierto de oro fino -dijo el Principe-; desprendelo hoja por hoja y daselo a mis pobres. Los hombres creen siempre que el oro puede hacerlos felices.
Hoja por hoja arranco la Golondrina el oro fino hasta que el Principe Feliz se quedo sin brillo ni belleza.
Hoja por hoja lo distribuyo entre los pobres, y las caritas de los niños se tornaron nuevamente sonrosadas y rieron y jugaron por la calle.
-¡Ya tenemos pan! -gritaban.
Entonces llego la nieve y despues de la nieve el hielo.
Las calles parecian empedradas de plata por lo que brillaban y relucian.
Largos carambanos, semejantes a puñales de cristal, pendian de los tejados de las casas. Todo el mundo se cubria de pieles y los niños llevaban gorritos rojos y patinaban sobre el hielo.
La pobre Golondrina tenía frio, cada vez más frio, pero no queria abandonar al Principe: le amaba demasiado para hacerlo.
Picoteaba las migas a la puerta del panadero cuando este no la veia, e intentaba calentarse batiendo las alas.
Pero, al fin, sintio que iba a morir. No tuvo fuerzas mas que para volar una vez más sobre el hombro del Principe.
-¡Adios, amado Principe! -murmuro-. Permitid que os bese la mano.
-Me da mucha alegria que partas por fin para Egipto, Golondrina -dijo el Principe-. Has permanecido aqui demasiado tiempo. Pero tienes que besarme en los labios porque te amo.
-No es a Egipto adonde voy a ir -dijo la Golondrina-. Voy a ir a la morada de la Muerte. La Muerte es hermana del Sueño, ¿verdad?
Y besando al Principe Feliz en los labios, cayo muerta a sus pies.
En el mismo instante sono un extraño crujido en el interior de la estatua, como si se hubiera roto algo.
El hecho es que la coraza de plomo se habla partido en dos. Realmente hacia un frio terrible.
A la mañana siguiente, muy temprano, el alcalde se paseaba por la plazoleta con dos concejales de la ciudad.
Al pasar junto al pedestal, levantó sus ojos hacia la estatua.
-¡Dios mio! -exclamo-. ¡Que andrajoso parece el Principe Feliz!
-¡Si, esta verdaderamente andrajoso! -dijeron los concejales de la ciudad, que eran siempre de la opinion del alcalde.
Y levantaron ellos mismos la cabeza para mirar la estatua.
-El rubi de su espada se ha caido y ya no tiene ojos, ni es dorado -dijo el alcalde- En resumidas cuentas, que esta lo mismo que un pordiosero.
-¡Lo mismo que un pordiosero! -repitieron a coro los concejales.
-Y tiene a sus pies un pajaro muerto -prosiguio el alcalde-. Realmente habra que promulgar un bando prohibiendo a los pajaros que mueran aquí.
Y el secretario del Ayuntamiento tomo nota para aquella idea.
Entonces fue derribada la estatua del Principe Feliz.
-¡¡Al no ser ya bello, de nada sirve!! -dijo el profesor de estetica de la Universidad.
Entonces fundieron la estatua en un horno y el alcalde reunio al Concejo en sesion para decidir lo que debia hacerse con el metal.
-Podriamos -propuso- hacer otra estatua. La mia, por ejemplo.
-O la mia -dijo cada uno de los concejales.
Y acabaron disputando.
-¡Que cosa mas rara! -dijo el oficial primero de la fundicion-. Este corazon de plomo no quiere fundirse en el horno; habra que tirarlo como desecho.
Los fundidores lo arrojaron al monton de basura en que yacia la golondrina muerta.
-Traeme las dos cosas mas preciosas de la ciudad -dijo Dios a uno de sus angeles.
Y el angel se llevo el corazon de plomo y el pajaro muerto.
-Has elegido bien -dijo Dios-. En mi jardin del Paraiso este pajarillo cantara eternamente, y en mi ciudad de oro el Principe Feliz repetira mis alabanzas.
-Me esperan en Egipto -respondio la Golondrina-. Mañana mis amigas volaran hacia la segunda catarata. Alli el hipopotamo se acuesta entre los juncos y el dios Memnon se alza sobre un gran trono de granito. Acecha a las estrellas durante la noche y cuando brilla Venus, lanza un grito de alegria y luego calla. A mediodia, los rojizos leones bajan a beber a la orilla del rio... Sus ojos son verdes aguamarinas y sus rugidos mas atronadores que los rugidos de la catarata.
-Golondrina, Golondrina, Golondrinita -dijo el Principe-, alla abajo, al otro lado de la ciudad, veo a un joven en una buhardilla. Esta inclinado sobre una mesa cubierta de papeles y en un vaso a su lado hay un ramo de violetas marchitas. Su pelo es negro y rizoso y sus labios rojos como granos de granada. Tiene unos grandes ojos soñadores. Se esfuerza en terminar una obra para el director del teatro, pero siente demasiado frio para escribir mas. No hay fuego ninguno en el aposento y el hambre le ha rendido.
-Me quedare otra noche con vos -dijo la Golondrina, que tenia realmente buen corazon-. ¿Debo llevarle otro rubi?
-¡Ay! No tengo mas rubies -dijo el Principe-. Mis ojos es lo unico que me queda. Son unos zafiros extraordinarios traidos de la India hace un millar de años. Arranca uno de ellos y llevaselo. Lo vendera a un joyero, se comprara alimento y combustible y concluira su obra.
-Amado Principe -dijo la Golondrina-, no puedo hacer eso.
Y se puso a llorar.
-¡Golondrina, Golondrina, Golondrinita! -dijo el Principe-. Haz lo que te pido.
Entonces la Golondrina arranco el ojo del Principe y volo hacia la buhardilla del estudiante. Era facil penetrar en ella porque habia un agujero en el techo. La Golondrina entro por el como una flecha y se encontro en la habitacion.
El joven tenia la cabeza hundida en las manos. No oyo el aleteo del pajaro y cuando levanto la cabeza, vio el hermoso zafiro colocado sobre las violetas marchitas.
-Empiezo a ser estimado -exclamo-. Esto proviene de algun rico admirador. Ahora ya puedo terminar la obra.
Y parecia completamente feliz.
Al dia siguiente la Golondrina volo hacia el puerto.
Descanso sobre el mastil de un gran navio y contemplo a los marineros que sacaban enormes cajas de la cala tirando de unos cabos.
-¡Ah, iza! -gritaban a cada caja que llegaba al puente.
-¡Me voy a Egipto! -les grito la Golondrina.
Pero nadie le hizo caso, y al salir la luna, volvio hacia el Principe Feliz.
-He venido para deciros adios -le dijo.
-¡Golondrina, Golondrina, Golondrinita! -exclamo el Príncipe-. ¿No te quedaras conmigo una noche mas?
-Es invierno -replico la Golondrina- y pronto estara aqui la nieve glacial. En Egipto calienta el sol sobre las palmeras verdes. Los cocodrilos, acostados en el barro, miran perezosamente a los arboles, a orillas del rio. Mis compañeras construyen nidos en el templo de Baalbeck. Las palomas rosadas y blancas las siguen con los ojos y se arrullan. Amado Principe, tengo que dejaros, pero no os olvidare nunca y la primavera proxima os traere de alla dos bellas piedras preciosas con que sustituir las que disteis. El rubi sera mas rojo que una rosa roja y el zafiro sera tan azul como el oceano.
-Alla abajo, en la plazoleta -contesto el Principe Feliz-, tiene su puesto una niña vendedora de cerillas. Se le han caido las cerillas al arroyo, estropeandose todas. Su padre la pegara si no lleva algun dinero a casa, y esta llorando. No tiene ni medias ni zapatos y lleva la cabecita al descubierto. Arrancame el otro ojo, daselo y su padre no le pegara.
-Pasare otra noche con vos -dijo la Golondrina-, pero no puedo arrancaros el ojo porque entonces os quedariais ciego del todo.
-¡Golondrina, Golondrina, Golondrinita! -dijo el Principe-. Haz lo que te mando.
Entonces la Golondrina volvio de nuevo hacia el Principe y emprendip el vuelo llevandoselo...
Se poso sobre el hombro de la vendedorcita de cerillas y deslizo la joya en la palma de su mano.
-¡Que bonito pedazo de cristal! -exclamo la niña, y corrio a su casa muy alegre.
Entonces la Golondrina volvio de nuevo hacia el Principe.
- Ahora estais ciego. Por eso me quedare con vos para siempre.
-No, Golondrinita -dijo el pobre Principe-. Tienes que ir a Egipto.
-Me quedare con vos para siempre -dijo la Golondrina.
Y se durmio entre los pies del Principe. Al dia siguiente se coloco sobre el hombro del Principe y le refirio lo que habla visto en paises extraños.
Le hablo de los ibis rojos que se situan en largas filas a orillas del Nilo y pescan a picotazos peces de oro; de la esfinge, que es tan vieja como el mundo, vive en el desierto y lo sabe todo; de los mercaderes que caminan lentamente junto a sus camellos, pasando las cuentas de unos rosarios de ambar en sus manos; del rey de las montañas de la Luna, que es negro como el ebano y que adora un gran bloque de cristal; de la gran serpiente verde que duerme en una palmera y a la cual estan encargados de alimentar con pastelitos de miel veinte sacerdotes; y de los pigmeos que navegan por un gran lago sobre anchas hojas aplastadas y estan siempre en guerra con las mariposas.
-Querida Golondrinita -dijo el Principe-, me cuentas cosas maravillosas, pero mas maravilloso aun es lo que soportan los hombres y las mujeres. No hay misterio mas grande que la miseria. Vuela por mi ciudad, Golondrinita, y dime lo que veas.
Entonces la Golondrinita volo por la gran ciudad y vio a los ricos que se festejaban en sus magnificos palacios, mientras los mendigos estaban sentados a sus puertas.
Volo por los barrios sombrios y vio las palidas caras de los niños que se morian de hambre, mirando con apatia las calles negras.
Bajo los arcos de un puente estaban acostados dos niñitos abrazados uno a otro para calentarse.
-¡Que hambre tenemos! -decian.
-¡No se puede estar tumbado aqui! -les grito un guardia.
Y se alejaron bajo la lluvia.
Entonces la Golondrina reanudo su vuelo y fue a contar al Principe lo que habia visto.
-Estoy cubierto de oro fino -dijo el Principe-; desprendelo hoja por hoja y daselo a mis pobres. Los hombres creen siempre que el oro puede hacerlos felices.
Hoja por hoja arranco la Golondrina el oro fino hasta que el Principe Feliz se quedo sin brillo ni belleza.
Hoja por hoja lo distribuyo entre los pobres, y las caritas de los niños se tornaron nuevamente sonrosadas y rieron y jugaron por la calle.
-¡Ya tenemos pan! -gritaban.
Entonces llego la nieve y despues de la nieve el hielo.
Las calles parecian empedradas de plata por lo que brillaban y relucian.
Largos carambanos, semejantes a puñales de cristal, pendian de los tejados de las casas. Todo el mundo se cubria de pieles y los niños llevaban gorritos rojos y patinaban sobre el hielo.
La pobre Golondrina tenía frio, cada vez más frio, pero no queria abandonar al Principe: le amaba demasiado para hacerlo.
Picoteaba las migas a la puerta del panadero cuando este no la veia, e intentaba calentarse batiendo las alas.
Pero, al fin, sintio que iba a morir. No tuvo fuerzas mas que para volar una vez más sobre el hombro del Principe.
-¡Adios, amado Principe! -murmuro-. Permitid que os bese la mano.
-Me da mucha alegria que partas por fin para Egipto, Golondrina -dijo el Principe-. Has permanecido aqui demasiado tiempo. Pero tienes que besarme en los labios porque te amo.
-No es a Egipto adonde voy a ir -dijo la Golondrina-. Voy a ir a la morada de la Muerte. La Muerte es hermana del Sueño, ¿verdad?
Y besando al Principe Feliz en los labios, cayo muerta a sus pies.
En el mismo instante sono un extraño crujido en el interior de la estatua, como si se hubiera roto algo.
El hecho es que la coraza de plomo se habla partido en dos. Realmente hacia un frio terrible.
A la mañana siguiente, muy temprano, el alcalde se paseaba por la plazoleta con dos concejales de la ciudad.
Al pasar junto al pedestal, levantó sus ojos hacia la estatua.
-¡Dios mio! -exclamo-. ¡Que andrajoso parece el Principe Feliz!
-¡Si, esta verdaderamente andrajoso! -dijeron los concejales de la ciudad, que eran siempre de la opinion del alcalde.
Y levantaron ellos mismos la cabeza para mirar la estatua.
-El rubi de su espada se ha caido y ya no tiene ojos, ni es dorado -dijo el alcalde- En resumidas cuentas, que esta lo mismo que un pordiosero.
-¡Lo mismo que un pordiosero! -repitieron a coro los concejales.
-Y tiene a sus pies un pajaro muerto -prosiguio el alcalde-. Realmente habra que promulgar un bando prohibiendo a los pajaros que mueran aquí.
Y el secretario del Ayuntamiento tomo nota para aquella idea.
Entonces fue derribada la estatua del Principe Feliz.
-¡¡Al no ser ya bello, de nada sirve!! -dijo el profesor de estetica de la Universidad.
Entonces fundieron la estatua en un horno y el alcalde reunio al Concejo en sesion para decidir lo que debia hacerse con el metal.
-Podriamos -propuso- hacer otra estatua. La mia, por ejemplo.
-O la mia -dijo cada uno de los concejales.
Y acabaron disputando.
-¡Que cosa mas rara! -dijo el oficial primero de la fundicion-. Este corazon de plomo no quiere fundirse en el horno; habra que tirarlo como desecho.
Los fundidores lo arrojaron al monton de basura en que yacia la golondrina muerta.
-Traeme las dos cosas mas preciosas de la ciudad -dijo Dios a uno de sus angeles.
Y el angel se llevo el corazon de plomo y el pajaro muerto.
-Has elegido bien -dijo Dios-. En mi jardin del Paraiso este pajarillo cantara eternamente, y en mi ciudad de oro el Principe Feliz repetira mis alabanzas.
(Oscar Wilde)
El amor es hijo de la bondad ( Tttristeamor )
El amor es hijo de la bondad ( Tttristeamor )
Me gustó el cuento que has dejado escrito aquí... me tomó tiempo leerlo ... pero a medida que iba leyéndolo se me hacía más interesante...
ResponderEliminarDefinitivamente la golondrina y el príncipe tenían grande el corazón..
Pero por qué tienen que morir?? :(